No le tienes mucho aprecio a la vida, ¿eh?.
Yo a tu edad era igual, estaba dispuesto a morir en cualquier momento,
precisamente por eso los jóvenes son los mejores mártires. Es paradójico
pero al envejecer te apegas a la vida, empiezas a restar. Me quedan
veinte años, quince, diez. Cuando uno sabe que va a hacer algo por
última vez, voy a comprarme mi último coche, es la última vez que veré
Génova, Barcelona...
Nadie sabe nunca lo que va a ocurrir, salvo yo ahora.
No quiero abandonar esta vida, la he amado tanto.
¿Qué es lo que tanto amaba?
Todo, el vino, los libros, la música, las mujeres, sobre todo las mujeres. Su aroma, su boca, la suavidad de su piel.
¿Ha conocido a muchas?
Sí.
Y a la larga, ¿todas las mujeres, no acaban pareciéndose?
Un poco, pero no me he cansado de ellas.
¿Siempre ha tenido tanto éxito?
Que va, ya no, está claro que con la edad las cosas ya no son iguales.
Y el vino, ¿puede seguir bebiéndolo?
Desgraciadamente no, mi hígado ya no me lo permite.
Y los viajes que quería hacer, ¿los ha hecho?
De todas formas hoy hay turistas por todas partes.
No es su vida actual la que no quiere abandonar, sino su vida pasada, y esa vida murió hace tiempo.
Puede ser.
- Las invasiones Bárbaras -
domingo, 5 de mayo de 2013
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