viernes, 13 de agosto de 2010

Estoy en casa

Necesitaba respirar. Solté el tenedor con indiferencia y me levanté de la silla, en unos segundos me vi a mi mismo saliendo por la puerta, con esa expresión en mi rostro de quien no acaba de comprender qué está haciendo. De camino al bosque compré una botella de un vino que en otros tiempos había reído con mis alegrías y llorado con mis penas, se dejaba beber.
Al cruzarme con las miradas inexpresivas de siempre se acrecentó por un momento mi sensación de falta de aire, al contacto con sus ojos me parecía vivir en un estanque de peces diminuto, donde la única novedad era ver a los afortunados pájaros venir a regodearse en mi pequeño mundo, y, una vez saciados, remontar el vuelo y navegar por ese cielo que sólo ellos conocen, buscando nuevas experiencias que sacien su sed de aventuras.
Poco antes de llegar mi cuerpo se quejaba, sudoroso, de la rapidez de mi marcha, me notaba empapado, enfundado en toda la ropa que el frío invierno me aconsejaba llevar.
Ante mi, un desolado paisaje de árboles de luto, recordando esas hojas que tanto tiempo atrás dejaron marchar. Se extendía como un sombrío cementerio de vivos, silbando todos ellos al viento la sinfonía aquella que sólo interpretan en silencio, año tras año, en los créditos finales de su vida.
Me adentré cuanto mis piernas me dejaron correr, antes de caer desplomado en un suelo frío y limpio de vida artificial.
Al mero contacto con la tierra que alfombra los pies de una arboleda ya siento esa sensación de libertad. Siempre dejo purificar mis dedos rebautizándolos una vez más, zambulléndolos entre los finos y húmedos granos, después, sostengo un puñado de esa ahora cálida tierra al contacto con mi mano, jugando con ella y susurrándonos unas palabras, que a decir verdad, sólo la naturaleza entiende.
Me recuerdo apoyando la espalda contra la corteza del esbelto, aunque encorvado árbol, la botella de vino en una mano, en la otra, dejo caer, uno a uno, los pequeños granos, en el momento que dejo caer el último de ellos me acude una frase a la mente; estoy en casa.

Antevez

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