sábado, 25 de junio de 2011

El verdadero movimiento del mundo

"Cada vez que ocurre, es como un milagro. Toda la gente, todas las preocupaciones, todos los odios y todos los deseos, todas las angustias [..]; toda esa vida en la que nos arrastramos, hecha de gritos y lágrimas, de risas, de luchas, de rupturas, de esperanzas frustadas y de suertes inesperadas: todo desaparece de pronto cuando el coro comienza a cantar. El curso de la vida se ahoga en el canto, de golpe hay una impresión de fraternidad, de solidaridad profunda, de amor incluso, que diluye la fealdad cotidiana en una comunicación perfecta [..]. Hasta los rostros de los cantantes se transfiguran, sólo veo seres humanos que se entregan en el canto.

Cada vez ocurre lo mismo, siento ganas de llorar, tengo un nudo en la garganta y hago todo lo posible por dominarme pero, a veces, me resulta muy difícil: apenas puedo reprimir los sollozos [..]; es demasiado hermoso, demasiado solidario, demasiado maravillosamente en comunión. Dejo de ser yo misma, paso a ser parte de un todo sublime al cual pertenecen también los demás, y en esos momentos me pregunto siempre por qué no es la norma de la vida cotidiana en lugar de ser un momento excepcional.
Cuando la música enmudece, todo el mundo aclama, con el rostro iluminado, a los integrantes del coro, radiantes. Es tan hermoso.

A fin de cuentas me pregunto si el verdadero movimiento del mundo no es... la música."

Muriel Barbery, 
La elegancia del erizo.

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