jueves, 24 de noviembre de 2011

Hasta el último hombre se sintió libre.

No tengo la más remota idea de qué coño cantaban aquellas dos italianas, y lo cierto es que no quiero saberlo.
Las cosas buenas no hace falta entenderlas.
Supongo que cantaban sobre algo tan hermoso que no podía expresarse con palabras, y que precisamente por eso te hacía palpitar el corazón.
Os aseguro que esas voces te elevaban más alto y más lejos de lo que nadie viviendo en un lugar tan gris pudiera soñar. Fue como si un hermoso pájaro hubiese entrado en nuestra monótona jaula y hubiese disuelto aquellos muros.Y por unos breves instantes hasta el último hombre se sintió libre.


Morgan Freeman 

Cadena perpetua

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